10 sept 2016

Santo Evangelio 10 de septiembre 2016


Día litúrgico: Sábado XXIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 6,43-49): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca.

»¿Por qué me llamáis: ‘Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo? Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa».

«Cada árbol se conoce por su fruto»
P. Raimondo M. SORGIA Mannai OP 
(San Domenico di Fiesole, Florencia, Italia)


Hoy, el Señor nos sorprende haciendo “publicidad” de sí mismo. No es mi intención “escandalizar” a nadie con esta afirmación. Es nuestra publicidad terrenal lo que empequeñece a las cosas grandes y sobrenaturales. Es el prometer, por ejemplo, que dentro de unas semanas una persona gruesa pueda perder por lo menos cinco o seis kilos usando un determinado “producto-trampa” (u otras promesas milagrosas por el estilo) lo que nos hace mirar a la publicidad con ojos de sospecha. Mas, cuando uno tiene un “producto” garantizado al cien por cien, y —como el Señor— no vende nada a cambio de dinero sino solamente nos pide que le creamos tomándole como guía y modelo de un preciso estilo de vida, entonces esa “publicidad” no nos ha de sorprender y nos parecerá la más lícita del mundo. ¿No ha sido Jesús el más grande “publicitario” al decir de sí mismo «Yo soy la Vía, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6)?

Hoy afirma que quien «venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica» es prudente, «semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca» (Lc 6,47-48), de modo que obtiene una construcción sólida y firme, capaz de afrontar los golpes del mal tiempo. Si, por el contrario, quien edifica no tiene esa prudencia, acabará por encontrarse ante un montón de piedras derruidas, y si él mismo estaba al interior en el momento del choque de la lluvia fluvial, podrá perder no solamente la casa, sino además su propia vida.

Pero no basta acercarse a Jesús, sino que es necesario escuchar con la máxima atención sus enseñanzas y, sobre todo, ponerlas en práctica, porque incluso el curioso se le acerca, y también el hereje, el estudioso de historia o de filología... Pero será solamente acercándonos, escuchando y, sobre todo, practicando la doctrina de Jesús como levantaremos el edificio de la santidad cristiana, para ejemplo de fieles peregrinos y para gloria de la Iglesia celestial.

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Oración al Santísimo Sacramento


ORACIÓN AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Con el velo del Santísimo Sacramento
sean cubiertos mis seres queridos.
y no sean heridos, ni muertos,
ni presos, ni cautivos, 
ni de sus enemigos vencidos.
por la flor en que nació, 
por la cruz en que murió,
hablen y se defiendan
y ablanden los corazones 
que estén en su contra.

¡Oh! Jesús sacramentado, 
si enemigos ven venir,
la llaga de tu costado 
siempre los ha de cubrir.
con el velo de Maria Santísima 
sean cubiertos mis seres queridos.
y no sean heridos, ni muertos,
ni presos, ni cautivos, 
ni de sus enemigos vencidos.

El poder de Dios les valga, 
la fuerza de la fe, 
la pureza de María Santísima, 
y la castidad del señor San José.
Así sea.

9 sept 2016

Santo Evangelio 9 de Septiembre 2016


Día litúrgico: Viernes XXIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 6,39-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano».

«Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench 
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Hoy, las palabras del Evangelio nos hacen reflexionar sobre la importancia del ejemplo y de procurar para los otros una vida ejemplar. En efecto, el dicho popular dice que «“Fray Ejemplo” es el mejor predicador», u otro que afirma que «más vale una imagen que mil palabras». No olvidemos que, en el cristianismo, todos —¡sin excepción!— somos guías, ya que el Bautismo nos confiere una participación en el sacerdocio (mediación salvadora) de Cristo: en efecto, todos los bautizados hemos recibido el sacerdocio bautismal. Y todo sacerdocio, además de las misiones de santificar y de enseñar a los demás, incorpora también el munus —la función— de regir o dirigir.

Sí, todos —queramos o no— con nuestra conducta tenemos la oportunidad de llegar a ser un modelo estimulante para aquellos que nos rodean. Pensemos, por ejemplo, en la ascendencia que unos padres tienen sobre sus hijos, los profesores sobre los alumnos, las autoridades sobre los ciudadanos, etc. El cristiano, sin embargo, debe tener una conciencia particularmente viva acerca de todo esto. Pero..., «¿podrá un ciego guiar a otro ciego?» (Lc 6,39).

Para nosotros, cristianos, es como una llamada de atención aquello que los judíos y las primeras generaciones de cristianos decían de Jesucristo: «Todo lo ha hecho bien» (Mc 7,37); «El Señor comenzó a hacer y enseñar» (Hch 1,1).

Debemos procurar traducir en obras aquello que creemos y profesamos de palabra. En una ocasión, el Papa Benedicto XVI, cuando todavía era el Cardenal Ratzinger, afirmaba que «el peligro más amenazador son los cristianismos adaptados», es decir, el caso de aquellas personas que de palabra se profesan católicas pero que, en la práctica, con su conducta, no manifiestan el “radicalismo” propio del Evangelio.

Ser radicales no equivale a fanáticos (ya que la caridad es paciente y tolerante) ni a exagerados (pues en cuestiones de amor no es posible exagerar). Como ha afirmado San Juan Pablo II, «el Señor crucificado es un testimonio insuperable de amor paciente y de humilde mansedumbre»: no se trata ni de un fanático ni de un exagerado. Pero sí que es radical, tanto que nos hace decir con el centurión que asistió a su muerte: «Verdaderamente este hombre era justo» (Lc 23,47).

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Oración al Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús


ORACIÓN AL SACRATÍSIMO CORAZÓN
EUCARÍSTICO DE JESÚS 


Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús,
yo confío inmensamente en Tu Misericordia.

Te pido humildemente que me des la fe que
necesito para abandonarme a Tu Infinita Misericordia,
porque ya se han agotado mis recursos humanos 
y ahora solo me cabe volverme con confianza 
a Tu Infinita Compasión, porque sé que Tu
no desoirás mi suplica.

Aquí estoy Señor a tus pies pidiendo con fervor
arregles todas mis cosas y problemas, según Tu Amor
y beneplácito divino, que sé, será lo mejor para mí,
concédeme lo que te estoy pidiendo, si es para bien de mi alma.
¡Toma Señor mi problema!.
¡Toma, mi corazón!.

¡Yo confío en Ti Corazón Eucarístico de Jesús !
¡Yo Confío en Ti Corazón Eucarístico de Jesús! 
¡Yo Confío en Ti Corazón Eucarístico de Jesús!...

8 sept 2016

Santo Evangelio 8 de septiembre 2016


Día litúrgico: Jueves XXIII del tiempo ordinario

Santoral 8 de Septiembre: El Nacimiento de la Virgen María
Texto del Evangelio (Lc 6,27-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. 

»Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

«Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo»
Rev. D. Jaume AYMAR i Ragolta 
(Badalona, Barcelona, España)


Hoy, en el Evangelio, el Señor nos pide por dos veces que amemos a los enemigos. Y seguidamente da tres concreciones positivas de este mandato: haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Es un mandato que parece difícil de cumplir: ¿cómo podemos amar a quienes no nos aman? Es más, ¿cómo podemos amar a quienes sabemos cierto que nos quieren mal? Llegar a amar de este modo es un don de Dios, pero es preciso que estemos abiertos a él. Bien mirado, amar a los enemigos es lo más sabio humanamente hablando: el enemigo amado se verá desarmado; amarlo puede ser la condición de posibilidad para que deje de ser enemigo. En la misma línea, Jesús continúa diciendo: «Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra» (Lc 6,29). Podría parecer un exceso de mansedumbre. Ahora bien, ¿qué hizo Jesús al ser abofeteado en su pasión? Ciertamente no contraatacó, pero respondió con una firmeza tal, llena de caridad, que debió hacer reflexionar a aquel siervo airado: «Si he hablado mal, di en qué, pero si he hablado como es debido, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,22-23).

En todas las religiones hay una máxima de oro: «No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti». Jesús es el único que la formula en positivo: «Lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente» (Lc 6,31). Esta regla de oro es el fundamento de toda la moral. Comentando este versículo, nos alecciona san Juan Crisóstomo: «Todavía hay más, porque Jesús no dijo únicamente: ‘desead todo bien para los demás’, sino ‘haced el bien a los demás’»; por eso, la máxima de oro propuesta por Jesús no se puede quedar en un mero deseo, sino que debe traducirse en obras.

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Oración al Santísimo Sacramento



Oración al Santísimo Sacramento

Te doy gracias Señor
Padre Santo,
Dios Todopoderoso y eterno
porque aunque soy un siervo pecador
y sin mérito alguno,
has querido alimentarme
misericordiosamente
con el cuerpo y la sangre
de tu hijo Nuestro Señor
Jesucristo.

Que esta sagrada comunión
no vaya a ser para mi
ocasión de castigo
sino causa de
perdón y salvación.
Que sea para mi armadura
de fe, escudo de buena voluntad;
que me libre de todos mis vicios
y me ayude a superar
mis pasiones desordenadas;
que aumente mi caridad
y mi paciencia
mi obediencia y humildad,
y mi capacidad para hacer el bien.

Que sea defensa inexpungable
contra todos mis enemigos,
visibles e invisibles;
y guía de todos
mis impulsos y deseos.

Que me una más íntimamente a ti,
único y verdadero Dios
y me conduzca con seguridad
al banquete del cielo,
donde Tu, con Tu Hijo
y el Espíritu Santo,
eres luz verdadera,
satisfacción cumplida
gozo perdurable
y felicidad perfecta.

Por Cristo, Nuestro Señor, Amén

7 sept 2016

Santo Evangelio 7 de septiembre 2016


Día litúrgico: Miércoles XXIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 6,20-26): En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. 

»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».

«Bienaventurados los pobres. (...) ¡Ay de vosotros los ricos!»
Rev. D. Joaquim MESEGUER García 
(Sant Quirze del Vallès, Barcelona, España)


Hoy, Jesús señala dónde está la verdadera felicidad. En la versión de Lucas, las bienaventuranzas vienen acompañadas por unos lamentos que se duelen por aquellos que no aceptan el mensaje de salvación, sino que se encierran en una vida autosuficiente y egoísta. Con las bienaventuranzas y los lamentos, Jesús hace una aplicación de la doctrina de los dos caminos: el camino de la vida y el camino de la muerte. No hay una tercera posibilidad neutra: quién no va hacia la vida se encamina hacia la muerte; quién no sigue la luz, vive en las tinieblas.

«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios» (Lc 6,20). Esta bienaventuranza es la base de todas las demás, pues quien es pobre será capaz de recibir el Reino de Dios como un don. Quien es pobre se dará cuenta de qué cosas ha de tener hambre y sed: no de bienes materiales, sino de la Palabra de Dios; no de poder, sino de justicia y amor. Quien es pobre podrá llorar ante el sufrimiento del mundo. Quien es pobre sabrá que toda su riqueza es Dios y que, por eso, será incomprendido y perseguido por el mundo.

«Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo» (Lc 6,24). Esta lamentación es también el fundamento de todas las que siguen, pues quien es rico y autosuficiente, quien no sabe poner sus riquezas al servicio de los demás, se encierra en su egoísmo y obra él mismo su desgracia. Que Dios nos libre del afán de riquezas, de ir detrás de las promesas del mundo y de poner nuestro corazón en los bienes materiales; que Dios no permita que nos veamos satisfechos ante las alabanzas y adulaciones humanas, ya que eso significaría haber puesto el corazón en la gloria del mundo y no en la de Jesucristo. Nos será provechoso recordar lo que nos dice san Basilio: «Quien ama al prójimo como a sí mismo no acumula cosas innecesarias que puedan ser indispensables para otros».

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Oración a Jesús Sacramentado


Oración a Jesús Sacramentado


Oh, amado Jesús.
Ayúdame a esparcir Tu fragancia
por donde quiera que vaya.
Inunda mi alma con Tu Espíritu y Vida.
Penetra y posee todo mi ser tan completamente, que mi vida entera sea un resplandor de la Tuya.
Brilla a través de mi y permanece tan dentro de mi, que cada alma
con que me encuentre pueda sentir Tu presencia en la mía.
¡Permite que no me vean a mi sino solamente a Jesús!

Quédate conmigo y empezaré a resplandecer como Tú, a brillar
tanto que pueda ser una luz para los demás. La luz oh, Jesús, vendrá toda de Tí, nada de ella será mía;
serás Tú quien resplandezca
sobre los demás a través de mi.
Brillando sobre quienes me rodean,
permíteme alabarte como mas te gusta.

Permíteme predicarte sin predicar,
no con palabras sino a través de mi ejemplo,
a través de la fuerza atractiva,
de la influencia armoniosa de todo lo que haga,
de la inefable plenitud del amor
que existe en mi corazón por Tí.

Amen.

6 sept 2016

Santo Evangelio 6 de Septiembre 2016


Día litúrgico: Martes XXIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 6,12-19): En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor. 

Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.


«Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios»
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet 
(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)


Hoy quisiera centrar nuestra reflexión en las primeras palabras de este Evangelio: «En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios» (Lc 6,12). Introducciones como ésta pueden pasar desapercibidas en nuestra lectura cotidiana del Evangelio, pero —de hecho— son de la máxima importancia. En concreto, hoy se nos dice claramente que la elección de los doce apóstoles —decisión central para la vida futura de la Iglesia— fue precedida por toda una noche de oración de Jesús, en soledad, ante Dios, su Padre.

¿Cómo era la oración del Señor? De lo que se desprende de su vida, debía ser una plegaria llena de confianza en el Padre, de total abandono a su voluntad —«no busco hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 5,30)—, de manifiesta unión a su obra de salvación. Sólo desde esta profunda, larga y constante oración, sostenida siempre por la acción del Espíritu Santo que, ya presente en el momento de su Encarnación, había descendido sobre Jesús en su Bautismo; sólo así, decíamos, el Señor podía obtener la fuerza y la luz necesarias para continuar su misión de obediencia al Padre para cumplir su obra vicaria de salvación de los hombres. La elección subsiguiente de los Apóstoles, que, como nos recuerda san Cirilo de Alejandría, «Cristo mismo afirma haberles dado la misma misión que recibió del Padre», nos muestra cómo la Iglesia naciente fue fruto de esta oración de Jesús al Padre en el Espíritu y que, por tanto, es obra de la misma Santísima Trinidad. «Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (Lc 6,13). 

Ojalá que toda nuestra vida de cristianos —de discípulos de Cristo— esté siempre inmersa en la oración y continuada por ella.
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Alabanzas de desagravio a Jesús Eucaristía


ALABANZAS DE DESAGRAVIO A JESÚS EUCARISTÍA


Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su sacratísimo Corazón.
Bendita sea su preciosísima sangre.
Bendito sea Jesús en el santísimo Sacramento del altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María santísima.
Bendita sea su santa e inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea san José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.
Amen.

5 sept 2016

Santo Evangelio 5 de Septiembre 2016


Día litúrgico: Lunes XXIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 6,6-11): Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero Él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio». Él, levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla». Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.

«Levántate y ponte ahí en medio (...). Extiende tu mano»
P. Julio César RAMOS González SDB 
(Mendoza, Argentina)


Hoy, Jesús nos da ejemplo de libertad. Tantísimo hablamos de ella en nuestros días. Pero, a diferencia de lo que hoy se pregona y hasta se vive como “libertad”, la de Jesús, es una libertad totalmente asociada y adherida a la acción del Padre. Él mismo dirá: «Os aseguro que el Hijo del hombre no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace el Hijo» (Jn 5,19). Y el Padre sólo obra, sólo actúa por amor.

El amor no se impone, pero hace actuar, moviliza devolviendo con amplitud la vida. Aquel mandato de Jesús: «Levántate y ponte ahí en medio» (Lc 6,8) tiene la fuerza recreadora del que ama, y por la palabra obra. Más aún, el otro: «Extiende tu mano» (Lc 6,10), que termina logrando el milagro, restablece definitivamente la fuerza y la vida a lo que estaba débil y muerto. “Salvar” es arrancar de la muerte, y es la misma palabra que se traduce por “sanar”. Jesús sanando salva lo que de muerto había en ese pobre hombre enfermo, y eso es un claro signo del amor de Dios Padre para con sus criaturas. Así, en la nueva creación en donde el Hijo no hace otra cosa más que lo que ve hacer al Padre, la nueva ley que imperará será la del amor que se pone por obra, y no la de un descanso que “inactiva”, incluso, para hacer el bien al hermano necesitado.

Entonces, libertad y amor conjugados son la clave para hoy. Libertad y amor conjugados a la manera de Jesús. Aquello de «ama y haz lo que quieras» de san Agustín tiene hoy vigencia plena, para aprender a configurarse totalmente con Cristo Salvador.

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Visita al Santísimo, breves lecturas para los dias de la semana



VISITA AL SANTÍSIMO
BREVES LECTURAS PARA LOS DÍAS DE LA SEMANA


Lunes. AMOR A JESÚS

HABLA JESÚS. Por ti, joven, por ti estoy en el Sagrario. Por ti la noche antes de morir, y viendo que iba a dejar a los hombres según mi presencia visible, encontré un medio para quedarme siempre con ellos, aunque de una manera invisible a los ojos del cuerpo.

Instituí a este efecto la Sagrada Eucaristía convirtiendo el pan y vino en mi verdadero Cuerpo y Sangre, mandando a mis Apóstoles y a todos los Sacerdotes que vinieran después al mundo, que hicieran lo mismo que Yo acababa de hacer.

Y aquí estoy en el Sagrario, noche y día, para ser tu Amigo y Compañero, para favorecerte; pero tú, ¿piensas mucho en Mí?




Martes. INGRATITUD DEL HOMBRE

HABLA JESÚS. La mayor parte de las personas no tienen para Mí el más insignificante detalle de urbanidad, y son muchas las que no se dignan hacerme ni una visita. Y ¡tanto como Yo deseo su bien! Las veo pasar por delante de mis iglesias y no me dirigen ni un saludo, ni una palabra, ni un recuerdo. ¡Como si Yo no estuviera en el Sagrario! ¡Como si no hubiera hecho nada por la salvación de todos! Por lo menos tú, joven de mi alma, no me olvides; ven a visitarme todos los días; que no te domine la ingratitud. Te espero aquí. ¿Me dejarás solo?



MIÉRCOLES- AMARGAS QUEJAS

HABLA JESÚS: Si un hombre cualquiera de la tierra te hubiera hecho muchos menos beneficios de los que Yo te he hecho, le manifestarías tu agradecimiento, le visitarías algunas veces, te considerarías obligado a prestarle algunas atenciones. ¿Por qué no lo haces conmigo?¿No sabes que Yo soy tu Dios, tu Creador, tu Padre, tu Amigo tu Bienhechor? ¿No sabes que por tu amor, sí, sólo por tu amor, estoy en el Sagrario? Por lo menos tú, joven, ven a visitarme. Dime, ¿me amas? ¿Cómo te has portado hoy? ¿No te gusta estar aquí un rato haciéndome compañía? Ven, ven, que yo te diré lo que has de hacer y lo que has de evitar para agradarme y alcanzar la santidad.




JUEVES. LOS PELIGROS

HABLA JESÚS. Cuando estaba yo con mis Apóstoles en el huerto de Getsemaní, y sabiendo los peligros que les aguardaban, les dije: Velad y orad para que no caigáis en la tentación. Lo mismo te digo, querido joven. Te encuentras en medio de muchos peligros; vigila, apártate de ellos, reza bien tus oraciones.

No seas temerario; no te expongas voluntariamente a ningún peligro de pecar, porque caerías miserablemente. Si conoces que una cosa es mala o que no te conviene para tu alma, déjala. ¿Beberías una copa de vino dulce temiendo que está envenenada? Así son muchas ocasiones de pecado...


VIERNES. EL PECADO

HABLA JESÚS. Hijo Mío, ¿por qué pecas? ¿No conoces la enormidad del pecado y cuánto me ofende e injuria? Si alguna vez llegas a pecar mortalmente es como si me azotases, coronases de espinas y clavases de nuevo en la Cruz. ¿Lo has pensado bien?

Al pecar, te entregas a tu enemigo y enemigo mío el demonio. Al cometer un pecado mortal, al consentir voluntariamente un pecado impuro, al dejar sin causa grave la Misa en el día de obligación, pierdes mi amistad, pierdes el derecho al Cielo. Al cometer un pecado mortal, te abres tú mismo las puertas del infierno. ¡Infeliz!  Haz aquí a mis pies el propósito de no cometer nunca un pecado mortal.



SÁBADO. EL GRAN CASTIGO

HABLA JESÚS. Yo soy bueno y quiero la salvación de todos los hombres, y doy a todos mi gracia para que no se condenen. El que va al infierno, es porque quiere.

¿Has pensado seriamente en lo que es el Infierno? ¿Sabes lo que es estar para siempre apartado de MI, lejos de MI, padeciendo las penas del Infierno? Yo te aseguro que, si pensases en él, no pecarías.

Tú que eres tan delicado y que cualquier cosa te molesta y no la puedes sufrir, ¿cómo sufrirás las penas del infierno, que nunca, nunca han de tener fin? Piénsalo unos momentos a mis pies y forma propósito de llevar una vida del todo cristiana.



DOMINGO. EL CIELO

HABLA JESÚS. Ahora no puedes comprender lo que es el Cielo, lo que es estar conmigo en aquella gloria, que tengo preparada para los que me aman y huyen del pecado.

Estás tú acostumbrado a ver las cosas de la tierra, y te figuras el Cielo como lo que ves en este mundo. Y el Cielo es diferente, muy diferente de las cosas de aquí abajo. Si supieras lo que es ver a Dios, gozar de Dios, estar conmigo, con tu Madre la Virgen María, con los Ángeles y Santos...

Los ojos no han visto jamás cosa semejante; y por más que pienses y discurras, nunca podrás imaginarte la felicidad del Cielo.

Allí no hay dolores, tristezas ni tribulaciones de ninguna clase; allí la muerte no tiene entrada; allí se poseen todos los bienes sin ningún mal y sin miedo de perder jamás aquella gloria.

¿No comprendes que vale la pena de abstenerse de las cosas malas de este mundo para poseer el Cielo? ¿No conoces que es una locura, por una tontería de este mundo, perder el Cielo, y perderlo para siempre?

Dime, joven, dime: ¿qué piensas hacer? Mira que el demonio se vale de todos los ardides para condenarte. Vigila, pues, alerta, y procura que no te engañe.

Sea alabado en todo momento el Santísimo y Divinísimo Sacramento.




Oración al Santísimo (de San Alfonso María Ligorio)

Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombre estás noche y día en este sacramento, lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte: creo que estás presente en el sacramento del altar. Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las mercedes que me has hecho, y especialmente por haberte dado tu mismo en este sacramento, por haberme concedido por mi abogada a tu amantísima Madre y haberme llamado a visitarte en este iglesia.

Adoro ahora a tu Santísimo corazón y deseo adorarlo por tres fines: el primero, en acción de gracias por este insigne beneficio; en segundo lugar, para resarcirte de todas las injurias que recibes de tus enemigos en este sacramento; y finalmente, deseando adorarte con esta visita en todos los lugares de la tierra donde estás sacramentado con menos culto y abandono.

4 sept 2016

Santo Evangelio 4 de Septiembre 2016


Día litúrgico: Domingo XXIII (C) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 14,25-33): En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.

»Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»

«Cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío»
Rev. D. Joaquim MESEGUER García 
(Sant Quirze del Vallès, Barcelona, España)


Hoy, Jesús nos indica el lugar que debe ocupar el prójimo en nuestra jerarquía del amor y nos habla del seguimiento a su persona que debe caracterizar la vida cristiana, un itinerario que pasa por diversas etapas en el que acompañamos a Jesucristo con nuestra cruz: «El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío» (Lc 14,27).

¿Entra Jesús en conflicto con la Ley de Dios, que nos ordena honrar a nuestros padres y amar al prójimo, cuando dice: «Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío» (Lc 14,26)? Naturalmente que no. Jesucristo dijo que Él no vino a derogar la Ley sino a llevarla a su plenitud; por eso Él da la interpretación justa. Al exigir un amor incondicional, propio de Dios, declara que Él es Dios, que debemos amarle sobre todas las cosas y que todo debemos ordenarlo en su amor. En el amor a Dios, que nos lleva a entregarnos confiadamente a Jesucristo, amaremos al prójimo con un amor sincero y justo. Dice san Agustín: «He aquí que te arrastra el afán por la verdad de Dios y de percibir su voluntad en las santas Escrituras».

La vida cristiana es un viaje continuo con Jesús. Hoy día, muchos se apuntan, teóricamente, a ser cristianos, pero de hecho no viajan con Jesús: se quedan en el punto de partida y no empiezan el camino, o abandonan pronto, o hacen otro viaje con otros compañeros. El equipaje para andar en esta vida con Jesús es la cruz, cada cual con la suya; pero, junto con la cuota de dolor que nos toca a los seguidores de Cristo, se incluye también el consuelo con el que Dios conforta a sus testigos en cualquier clase de prueba. Dios es nuestra esperanza y en Él está la fuente de vida.

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Oración al Santisimo Sacramento


ORACIÓN AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Con el velo del Santísimo Sacramento
sean cubiertos mis seres queridos.
y no sean heridos, ni muertos,
ni presos, ni cautivos, 
ni de sus enemigos vencidos.
por la flor en que nació, 
por la cruz en que murió,
hablen y se defiendan
y ablanden los corazones 
que estén en su contra.

¡Oh! Jesús sacramentado, 
si enemigos ven venir,
la llaga de tu costado 
siempre los ha de cubrir.
con el velo de Maria Santísima 
sean cubiertos mis seres queridos.
y no sean heridos, ni muertos,
ni presos, ni cautivos, 
ni de sus enemigos vencidos.

El poder de Dios les valga, 
la fuerza de la fe, 
la pureza de María Santísima, 
y la castidad del señor San José.
Así sea.